martes, 26 de noviembre de 2013

MANIAS DE NUESTRO TIEMPO



MANÍAS DE NUESTRO TIEMPO
1
            El ser humano del siglo presente se atormenta por obtener información, en realidad no vive, se informa continuamente. Su itinerario por el mundo es buscar y buscar más datos, su signo moderno lo castiga fuertemente, en aras de conseguir la razón para todo lo que está a su alrededor se martiriza y esclaviza navegando sin rumbo.
2
Execra este ser, todo lo que pueda parecerse lejanamente a la paz, el vértigo con que transita su devenir diario está marcado por la ausencia. Quiere estar presente en todo pero divaga de acá para allá en la nada, en el vacio más absoluto que confiere la no ubicuidad con la cual se le castiga, quiere estar en todas partes pero se disipa, se trastoca en quehaceres y urgencias.
3
            El ser blackberryzado se escabulle de cualquier presencia, su nueva cadena se mide ahora en pines, en megas y en saldos, compra minutos creyendo comprar vida, se ata al msn, al facebook, al twiter, pensando planetariamente ha perdido su intimidad y su lugar. A todo quiere atender y a todo desatiende por ese afán inútil de navegación incierta por los laberintos de una red que ya lo ha atrapado.
4
            El libro ha muerto, el ser humano también; y en una resurrección taimada y trastocada nace a la muerte. Trashumante el ser queriendo ser divino ha dejado de ser cotidiano, desde la red es asaltado por la duda es reinventado, reventado, pixelizado en lenguaje binario que le solapa vidas ajenas. Ahora la historia se escribe desde la ausencia.
5
            Suele suceder que la corporeidad se aleja, se bifurca en pasiones desasistidas desde la pantalla de un plasma de pulgadas infinitas; de un monitor de alta definición, ahora el ser se diluye en abrazos, besos, saludos y sexo virtual. Desde la virtualidad instala su desengaño, se hace etéreo.
6
Se deprime y asiste a la red, a proclamar a los cuatro vientos sus desdichas, en la red se suicida, en la red almuerza con el desencanto, en la red conocen su nickname e ignoran su sufrimiento eterno e insaciable. Se excita y lleva su orgasmo a la red, los recovecos de su cuerpo se entornan junto a sus gustos y disgustos, todo lo sólido se desvanece en la red.
7
            Aplaca su ira desde el sillón, desde la cama, viendo como descuartizan al último caballero de una cruzada antigua que por desdicha nació en un siglo equivocado y proclamo su guerra santa. Deshuesa al vecino, sazona con sus blogs, el último chisme citadino el ser enfurece si el satélite falla, ahora a Dios se ubica mediante GPS en un cielo de satélites brillantes.
8
            Antropófago, caníbal virtual, el ser humano se deshumaniza, se come entre si, vociferando un humanismo que desfallece ante tanta falta de solidaridad, la cadena que lo une a Gandhi en un mensaje de texto o un power point sirve para alienarlo, para esclavizarlo a la fragilidad con que es dotado por la cursilería y la sensiblería mediática. Se es solidario con el lejano pero implacable con el vecino.
9
            El ser humano moderno es solidario con el niño ausente, con el distante, pero al más cercano sólo lo dota de un nintendo de última generación para volverlo estúpido por la eternidad. Es solidario el ser con la disputa lejana, pero que en su pasillo, que en su condominio abunde la ignominia no es su asunto.
10
            La igualdad, buena, muy buena; la justicia, fabulosa; la libertad, de fábula; no obstante, quién se habrá creído el fulano que tengo de pareja o la mengana que llamo hermana para contradecirme, pendeja, pensará que es más que yo; ese güaro piensa que es juez o rector para venirme a decir lo justo; no fuña yo hago lo que me da la real gana para eso soy libre, acota el minúsculo ser moderno que proclama los grandes meta relatos de la historia, los paradigmas indiscutibles pero es incapaz de llevarlos a puerto concreto en su vida cotidiana.
11
            Y aquel está execrado por ser positivo en HIV; este otro por no ser del PSUV; aquellos condenados por la ONU; los de más acá no pueden pasar sino tienen visa; si de reojo descubres que lleva un cristo en el pecho, este es un perfecto pendejo creyente, al del otro día lo perseguía la DIM, algo habrá hecho; el DAS, las FARC, el 11S, parece que la etiqueta va volviendo enanos mentales a los seres, les va borrando la vista. El ser excluye al enfermo, al distinto, al que nada contracorriente y los paradigmas que proclamaron un tiempo nuevo: han envejecido y ya son obsoletos.
12
            Lo fugaz, lo instantáneo, lo efímero, han instalado su reino que muere a cada micro milésima de segundo. La moda, lo in, lo que da nota, lo que demanda, lo que produce dinero o en lo que se gasta dinero, he allí la celebridad moderna. No se es más por ser imperecedero, se es mejor por saber que se perece en cada esquina de la historia. Mayúscula es la atención del último muerto célebre, que su vida plagada de desatinos o de aciertos.
13
            Si se puede vender, entonces es bueno, si tiene precio entonces es mejor, si su garantía expira no sé cuantos millones de siglos después, entonces es maravillosamente encantador. Si me lo aseguran a todo riesgo, entonces se apoltrona a esperar a la desgracia, seguro de muerte venden por doquier; seguros de vida ninguno. La contradicción del ser moderno estriba en querer ser eterno desde la fugacidad permanente.
14
            Quiero ser distinto pero parecerme idénticamente a todos, quiero ser diferente pero igual al vecino que tiene suerte con las chicas bonitas. Desde la identidad y la diferencia se plantea borrar la individualidad: mansa concurre la mediocridad a fijar sus aportes en la mayoría y establecer su mandato de ejercicio permanente de brutalidad inconsulta y endosable. El ser borra sus límites y hace una masa amorfa de poses aprendidas. Yo quiero ser como Bruce Willis, yo anhelo el carro de ese ministro ladrón; a mí me gustaría tener una boda como la del príncipe Williams; yo daría la vida por ese ferrari del magnate petrolero o por qué Dios no me dio la voz de Vicente para cantarle rancheras a todo el mundo. Nadie quiere parecerse a sí mismo, todos envidian al otro en un juego de desdoble y de desfiguración.
15
            La vida se acorta en oficios marcados por la vacuidad. Por un vacio que viene de lejos, sin sentido, el ser modernizado y tecnologizado, emprende una carrera contra el tiempo; contra la vida. El asunto es que aun envejeciéndose el ser busca al bisturí, al silicón, para engañar a la muerte. Pero por las arrugas del tiempo se descuelga la desmemoria, se desteje la razón y al final la maraña de un Alzheimer alimentado con comida rápida y aderezado con el afán de la discoteca y las drogas, hacen el laberinto moderno sin Ariadna de por medio. Un minotauro distinto con cuernos hechos de cocaína y alcohol, con patas de infortunio labradas en pasatiempos y dislates, un monstruo hecho de divinidades mediáticas.
16
            La muerte moderna es distinta, es la noticia del día, almuerza con nosotros, teje sus redes en la abundante escasez de sensibilidad. La muerte truculenta llama más la atención, la muerte horrenda, la que mastica, nos acompaña, se ha hecho cotidiana. Desde la morbosidad óptica todos asisten al entierro; y muere el rey del pop continuamente, ayer Elvis, hoy Michael, y nace otra leyenda. Contradicción extrema de ventilar a la muerte y esconder en el más oscuro rincón a la vida.
17
            Y el punto G; y el Kama Sutra y el Feng Chui y cualquier cosa que entretenga al ser es asunto cotidiano; pero el punto de placer, la posición cómoda, la casa en paz, es asunto extraterrenal; en el vano afán de informarse el ser humano pierde la esencia de vivirse, de plasmarse a sí mismo en su cotidianidad.
18
Pasa la vida prestada de otros, su vivir no puede llamarse así porque ha dejado de ser, habita una estancia terrenal ajena, distinta, en deseos y promesas; en esperanza el hombre que cambió la fe por la razón, traspuso una fervorosa racionalidad que espanta.

19
Calcula cuánto vivirá, de qué tamaño será su fortuna, hasta dónde llegará en el próximo viaje. Sin embargo, pierde la noción del tiempo, del espacio y sobre todo la certidumbre de estar vivo y no de estar desandando bajo sospecha de haber vivido.
20
            Importa en estos tiempos modernos el modelo del automóvil, pero no el destino; importa el celular ultramoderno pero no la comunicación; importa la fiesta de boda pero no el amor; importa el color de mis ojos, el tamaño de mis senos pero no mis sentimientos; la importancia es asunto de marca, modelo y moda más no de esencia. Esencial es vivir, existir, transformar un segundo, un instante de la vida del ser humano.
21
            El ser moderno vende o hipoteca su vida a largo plazo, la paga por cuotas mensuales en una deuda que promete un futuro distinto, pero en sus planes no figura el descanso presente, y si está quieto, no es por sosiego sino por cansancio, en el agotamiento no se piensa; exprimido como se encuentra por lo adeudado, se promete a sí mismo un futuro mejor que depende de un presente peor, paradoja del tiempo moderno el empeño de su vida con la promesa de la felicidad futura.

22
            Y si el ser moderno calla, no lo hace por silencio, sino por agobio, calla pero no guarda silencio, su monólogo interior sigue repitiendo las ofertas de la promoción reciente o la canción que más suena, o se autoreclama y/o autocensura el paso dado durante la jornada.
23
            La libertad que prometía el proyecto moderno se deshizo en salarios y honorarios que compraron las habilidades de unos pocos y el fingimiento de muchos sobre el saber; todo tiene su precio, los seres humanos llevan una etiqueta de vencimiento a cuestas y apuestan a una merecida jubilación ya cuando sus huesos están desvencijadas por el uso y el abuso de una vida signada por el vértigo moderno.
24
            ¡Dios ha muerto! Proclaman los escépticos y entronizan en su lugar a la deidad racional, por todos lados crece un clamor de creer en algo o en alguien y los charlatanes mediáticos pescan en río revuelto con sus pociones mágicas que, en vano, intentan rescatar al ser humano de su angustia permanente.
25
            El ser moderno ansía la tranquilidad, pero se lanza al ruedo de los malls gigantescos, con desespero busca la paz pero se arroja a las aguas turbulentas de las noticias estelares, se baña en periódicos, entre redes interminables, se vincula a todo lo que lo atormenta, busca y llena su mente de todo cuanto puede entorpecer la tranquilidad del ánimo. El ser moderno es un ser atormentado.
26
            La familia moderna se disuelve, se mantiene junta por mera economía, en los despojos que ha quedado de la idea romántica del hogar, se refugian en una soledad abrumadora: la señora atendiendo los cientos de canales por suscripción, el señor ensimismado en sus mensajes de texto o sin parpadear ante el monitor que lo conecta con el planeta, los niños alienados en juegos computarizados, la familia moderna está en crisis de comunicación permanente, son perfectos desconocidos bajo un mismo techo.
27
            La escuela moderna es la casa de la mentira, se deshace en teatros anticuados donde todos disimulan, unos juegan a que enseñan, otros a que aprenden y todos a que pase rápido. Caducos como están, los colegios son clubes sociales con ogros pagados para convertir las aulas en jaulas. El escolar moderno supera al maestro con creces; mientras este último se entretiene con pizarras y fotocopias, el escolar transita por los mundos de googlilandia, inquiriendo, averiguando, socavando las bases y los supuestos de su entorno.
28
El adolescente no es un joven precoz o adelantado; es un joven prematuramente envejecido; ha prestado su cuerpo y su alma al entretenimiento de la nadería y el fastidio, oficiosamente inútil, ocupado en la vacuidad del pasatiempo y el bostezo; ya todo lo aburre, nada lo asombra y pocas cosas lo entretienen.
29
            Por entre las fisuras de la desesperanza hay destellos de una luz distinta, a la ciencia apuestan todo y la ciencia se corrompe a sí misma. La quimioterapia científica termina aniquilándolo todo, acaba con las células que crecen desordenadamente pero con las sanas también; si la energía nuclear hace divino al ser moderno, apenas un terremoto le recuerda su mortalidad y lo arroja a la desgracia en instantes. Quien supuso que la ciencia lo salvaría ahora vaga en los andurriales de un infierno creado por la ciencia misma.
30
            Las contradicciones modernas se multiplican, se anulan unas a otras para volver sobre sus pasos y erigirse en un discurso que se recrea continuamente; allá el líder que canta y baila al son de sus billetes; más allá al mimetizado níveo de alma negra que se excita por haber aniquilado medievalmente, sin tribunal de por medio, a su encarnizado enemigo oriental; más allá le rinden honores al heredero de una corona que se ha desposado. El líder moderno es contradictorio, pugna por un mundo multipolar pero puertas adentro es megalómano y dictatorial; lucha por la vida asesinando a otros; se arma hasta los dientes en nombre de la paz. Su poderío consiste en anular a todos y en erigirse en un dios que esclaviza a sus creyentes.
31
            El paradigma reinante moderno es lo antiparadigmático. Paradójico y contradictorio la verdad que te hará libre te encadenará. El correlato desaparece, todo lo que tiene asidero, a la vuelta de la esquina se hace resbaladizo. El paradigma es antidogmático y lo que quiere instituirse termina siendo relajo permanente. Recurrir a la autoridad para refrendar es hacer de bufón, porque la autoridad se rebela luego y el seguidor a pie juntillas termina extraviado ante tanta porfía. El espíritu acomodaticio es el signo de nuestro tiempo, hoy celebro lo que morirá mañana, hoy mando al ostracismo lo que mañana recibiré con vítores y bambalinas  parecieran ser lo que signa al tiempo moderno.
32
            Es pecado no pecar, copiar y pegar es lo propio, lo extraño es ser original, la moldura se rompe en cada intento pero al siguiente ya está en cadena revuelto de producción en serie están hechos estos tiempos modernos.
33
            Crucificado por la duda que vuelve añicos mi espejo, proclamo la muerte de todo paradigma y resucito con cada esperanza que surge ante una posible certeza que a la vuelta de hoja ya se hace caduca y termina hundiendo sus clavos en mis manos hechas para la duda y para el destierro permanente.

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