A. DEL ARTE DE LEER CUENTOS
O EL HACEDOR DE LECTORES
El
oficio de un escritor es crear,
el
de los lectores procrear.
A PROPOSITO DEL FONDO SIGNIFICATIVO
Recurriré
a una comparación inusual para expresar,
en un principio, como el cuento breve podría incidir en un lector. Digamos que
un buen logro en relación con el contenido se parece a un cheque en blanco,
endosado y conseguido al azar. El futuro cobrador podrá poner en él la cantidad
deseada, siempre y cuando esta no supere el monto disponible (el cual
desconoce). Asimismo el lector podrá colocar multiplicidad de significados
siempre y cuando estos no superen el fondo significativo[i], a pesar de que este puede ser inagotable
(cosa que no ocurre con una cuenta bancaria). El lector desconoce al principio
-algunas veces al final también- las posibilidades significativas del texto, su
encuentro azaroso[ii] le niega de antemano el agotamiento
significativo.
DE
LAS CUALIDADES DEL LECTOR
soy
desmesurado o excesivo y no doy consejos a nadie
pero
hoy veo más claro que nunca y deseo que este
día me sobreviva.
VÍCTOR
VALERA MORA
Los
aspirantes a lectores de cuentos breves modernos deberían contar con un
reducido -y no por ello pobre- conjunto de cualidades[iii] que le permitan procesar los textos de un
modo adecuado. La adecuación en este caso se corresponde con las características
de iniciación, es decir, con los rasgos imprescindibles con los cuales debería
contar un iniciado en la lectura de cuentos cortos.
DE LA TRIADA CUALITATIVA
El escritor propone, el lector dispone
Es
necesario señalar entre las cualidades de procesamiento textual[iv] incluiré a: 1)la cultura general; 2) al
proceso interactivo del lector y, 3) la creación a partir de la lectura.
Un
iniciado en la lectura de cuentos cortos deberá contar entonces con un cúmulo
de adquisiciones culturales aceptable que le permitan expandir[v]
los significados iniciales del texto y deberá al menos ser creativo en el
proceso de reconstrucción textual pues pareciera que la creación parece estar
reservada a unos pocos.[vi]
Retomo el sentido de las consideraciones en
torno a las cualidades de los lectores de cuentos breves (la cultura general,
la interacción y la creatividad) para
reseñar la naturaleza de cada una de estas.
La
cultura general y la interactividad implican procesos cognitivos a partir de
los cuales se genera la base de conocimientos que posibilita la comunicación
entre el texto y el lector, entre las
propuesta del escritor y las disposiciones del lector, digamos que su base es
objetiva, sujeta a ciertos pasos predecibles. La creación (o en su defecto la
creatividad) tiene un basamento subjetivo a pesar de su naturaleza cognitiva.
La
formación cultural permite al lector acceder a un sinfín de posibilidades
culturales, aportándole todo un mundo de significados; la interacción por su
parte le permite llevar al texto dichas adquisiciones y expandir la lectura; la
creación en cambio reclama un ejercicio constante para fluir y aunque se apoya
en las anteriores sus sendas son impredecibles. Un lector desconoce lo que sus
ojos encontrarán en los próximos libros que el azar le conceda. Desconoce sus
futuras creaciones, estas saldrán de los cheques en blanco proporcionados por
los escritores.
Es
probable que estas cualidades iniciales se harán más complejas en la medida que
el lector obtenga un mayor dominio de su oficio. Tentativamente pienso que un
lector de cuentos que haya superado estos cuatro estadios, hará lecturas bajo
procesos más complejos, adaptados a su mayor dominio del oficio como lector.
Tentativamente
pienso en un lector de cuentos que se encuentre en un estadio avanzado de
lectura cuenta con una tendencia, casi automática, de relacionar los puntos
significativos del texto tejiendo un
entramado
a partir del cual reconstruye los significados propuestos e hilvana un
sentido coherente en torno al cuento corto.[vii]
Si
el oficio de un escritor es crear y sus libros son las búsquedas incesantes del
paraíso perdido, los lectores son los que intentan reordenar el mundo
primigenio. Por ahora proscribiré las cualidades de un escritor de cuentos
breves, por considerar un absurdo que hubiese tal tipo de cualidades, sin
embargo reseño a continuación lo que expreso como las búsquedas de un escritor
de cuentos. Los creadores buscan rescatar la unidad perdida, pero tal búsqueda
es infructuosa, por lo cual cada propuesta textual apenas si esboza un paraíso
trastocado, por esta razón el lector intentará en cada lectura recomponer ese
mundo primigenio. Por supuesto que las propuestas de los escritores difieren
unas de otras y apenas se tocan en similitudes conscientes o inconscientes a
las que Genette ha llamado relaciones transtextuales y las cuales no mencionaré
en este ensayo. A menos que se sea un Pierre Menard la obra no tendrá espejos
idénticos en otras obras, sus reflejos son creados por los lectores quienes
disponen de las propuestas de los escritores para imaginar los mundos
alternos que nos presenta la literatura.
Los retazos de espejos restantes (que fueron las trizas que quedaron de la
unidad perdida) suponen las relacione entre las obras.
DE LOS CUATRO TIPOS DE LECTORES.
Dios los crea y el texto los junta
El
lector se acerca gradualmente a los significados propuestos en los textos, de
este modo, se dispone de gradaciones que van desde la simple anécdota
reproductora del argumento hasta los análisis realizados por los teóricos de la
literatura.
Entre
los dos extremos anteriormente nombrados se sitúan el ejercicio lúdico del
lector, necesariamente los grados no tienen que ser sucesivos e inalterables,
la práctica constante y consciente podría ocasionar saltos considerables.
Inicialmente dispondría de una clasificación que consta de cuatro grados, a
saber:
A) lectura anecdótica o reproductora del
argumento;
B) lectura de identificación o
correlativa;
C) lectura de desmontaje o dirigida
(usada con frecuencia en nuestros cursos universitarios de literatura) y
D) lectura lúdico-creativa o lectura de
iniciados. Por fuera quedaría la lectura realizada por los especialistas que
conlleva a análisis profundos de los textos. Por supuesto que han quedado a un
lado los matices y/o combinaciones pero los cuatro tipos de lectores
mencionados anteriormente son apenas un intento de clasificación.
OPINIONES
SOBRE LA TEORIA
Las
pretensiones existentes a propósito de la unificación, agrupación o distinción
en torno a ciertas características de las propuestas textuales de lo que
algunos han denominado cuentos breves no dejan de ser absurdas, como absurdo es
el presente intento de justificar tal equívoco.
Pensar,
digo pensar y no hacer, que el cuento breve a partir de tres o cuatro
características puede reunirse inequívocamente bajo una misma rotulación, es
una pretensión ridícula. Nunca sabremos en realidad dónde termina la realidad y
donde comienza la fantasía, no obstante, no dejamos de buscar límites. Los
únicos límites que existen son los creados por los unicornios.
¿Por
qué entonces nos preocupamos tanto de distinguir los cuentos cortos de los que
aparentemente no lo son, los cuentos de las novelas, los cuentos cortos de los
relatos y estos del cuadro costumbrista o de la crónica? ¿Qué afán de
clasificación lleva al hombre a pensar que aun entre los hombres hay
clasificaciones que los agrupan bajo tales o cuales características?
Se clasifica para ordenar, pero se clasifica
también para marginar, para apartar. Una clasificación de los cuentos cortos a
partir de aspectos como la brevedad, la unidad de sentido y la intensidad como
elementos caracterizadores del cuento breve ha llevado a los estudiosos a
pensar todas las clasificaciones posibles e imposibles, cuerdas o descabelladas.
Hay quienes han hechos cálculos matemáticos para dar cuenta del número de
palabras que debe contener un cuento corto. Armando José Sequera, (1987; 90)
por ejemplo, usa a Armas Alfonzo como pretexto, para hablar de sus “asombrosos”
descubrimientos en torno a la brevedad o a la cortedad - si el lector me lo permite - que debería tener un cuento, estableciendo
los consabidos linderos en las doscientas palabras o lo que es lo mismo y
expresado por él en su fabuloso descubrimiento “60 caracteres por línea, doscientas palabras por texto, tres cuartos
de cuartilla o 19 renglones de escritura a maquina en los cuales nos
moveríamos -según el decir de Armando J.
Sequera - crítica y creativamente.
Pienso
que los cuentos son terrenos baldíos en los cuales los lectores construyen sus
mundos, y siendo los lectores múltiples,
¿Por qué razón vamos a delimitar de antemano sus logros? Cuando bien es sabido que el “Aleph” puede albergar al mundo entero en
apenas un punto del espacio, ¿Por qué tenemos que concebir al cuento como un
objeto susceptible de ser medido y pesado?
Los
tasadores de oficio bien podrían establecer sus tiendas en los confines de
Macondo y vender por kilos sus hallazgos. Para no mandarlos tan lejos sería
bueno mandarlos con sus básculas hasta el Unare venezolano donde confluyen las
comarcas de Comala y Macondo con las de Uchire.[viii]
A Clarines irán estos medidores, a contar los huesos de los soldados caídos el
siglo pasado bajo las banderas azules y amarillas de la guerra federal
venezolana.
La
brevedad, la unidad de sentido y la intensidad, esgrimidas como banderas para
delimitar al cuento breve, acaso no se presentan con más fuerza y claridad en
los silogismos de Ciorán, las máximas de Gracián y las Greguerías de Gómez de la Serna. Por tal motivo
tales características no son exclusivas de los cuentos breves. Su aparición en
las obras de arte no se circunscribe a un apartado sino que son comunes a
varias manifestaciones artísticas.
Elaborar
una propuesta que intente limitar al género es una utopía y como tal debe
asumirse. Una definición lejos de enriquecer, empobrece; lejos de conocer,
limita; lejos de ubicar, confunde. Pretender elaborar un “corpus” en el cual
todos los matices sean incluidos es una tarea ambiciosa.
Si
el asunto consiste en decir ¿Qué es un cuento breve? ¿Cuáles sus elementos y
hasta dónde se extienden sus límites? llamen entonces al pequeño “Cementerio”
(Diccionario) Ilustrado para que lo defina, a un alquimista medieval para que
descubra los elementos que lo integran (y quizás los conviertan en oro) y a un
jefe civil para que fije los linderos respectivos. Un estudioso de la
literatura que asuma este modo de procesamiento textual terminará en definitiva conociendo los huesos
de su amada (de la literatura por supuesto) y no la esencia de su pasión.
Los
rasgos atribuidos al cuento breve son, por lo general, propios de cualquier
otra obra de arte. No pretendo convertir este intento en una “citología” de
teóricos del cuento ya que no considero la posibilidad de realizar aquí una
revisión teórica, tal labor requiere
otros objetivos.[ix]
[i][i] El fondo significativo refiere paradójicamente la
posibilidad insondable del texto literario, es decir, dicho fondo tiene sus
limites en la multiplicidad de combinaciones simbólicas que tiene un texto
polisémico. Estas posibilidades al agotarse luego de una lectura extremadamente
analítica, crítica y hermenéutica
impediría cualquier otro desmontaje o
interpretación sucesiva, se dice entonces que se ha conseguido el fondo
significativo del texto. Lejos de ser una delimitación, es un compromiso. Un
lector nunca terminará de conseguir en
su proceso de lectura ese fondo, de encontrarlo habrá accedido tal vez a ese
mundo edénico o infernal que el escritor ha disuelto en su creación textual.
El
fondo significativo debe distinguirse de la estructura profunda planteada por
Chomsky pues mientras esta supone un logro inevitable a partir de rasgos
pertinentes que darán cuenta de la intencionalidad del discurso, el fondo
significativo no busca intenciones sino extensiones discursivas, es decir,
mientras la estructura profunda persigue buscar estructuras universales válidas
para las distintas lenguas, el fondo significativo intenta enriquecer las
múltiples interpretaciones que un mismo discurso puede tener.
[ii] Todo encuentro con el texto es azaroso porque los
procesos cognitivos que dan lugar al proceso de lectura son impredecibles, bien
pueden “asignarse” lecturas pero su desarrollo depende de muchas
circunstancias, no asignadas, que inciden
y marcan, condicionan o alteran el proceso mismo, tales
circunstancias pueden depender desde la
simple distracción hasta la muy subjetiva predisposición anímica. Juega por lo
tanto, el azar del momento, un papel muy significativo. La lectura es un ejercicio
lúdico por excelencia.
[iii] Delimito el alcance de este apartado a un entorno
específico: la iniciación en el ejercicio de la lectura de textos literarios
por parte de los adolescentes y/o jóvenes universitarias. eludo voluntariamente
los textos modernos, sin embargo, refrendo mi escogencia en las razones
expresadas por el escritor venezolano Rafael Cadenas para apoyar tal razón, en
tal sentido sería pertinente revisar su libro En torno al lenguaje. Los
procesos textuales de la modernidad merecerían otro apartado y no siendo ese el
objetivo de este trabajo los dejo a un lado.
[iv] Aludo en este sentido a todo intento de abordar un
texto literario, no excluyo ninguna posibilidad, pero me inclino por la
valoración hermenéutica de los textos literarios, alejándome un tanto de las
escuelas lingüísticas de desmontaje textual que a veces cierran la posibilidad
de abordar al texto desde distintas ópticas.
[v] La lectura de textos literarios es un proceso
expansivo, la actividad lúdica desarrollada por el lector genera
simultáneamente un sinfín de combinaciones que tejen un entramado significativo
expansivo y enriquecedor. Es por ello que todo intento de “tocar fondo” es
inútil, a cada intento de cierre le sucede una apertura.
[vi] La cultura general puede adquirirse en el contacto
continuo y constante con las manifestaciones artísticas, en este sentido, se
recomienda a los jóvenes asistir a obras de teatro poesía, exposiciones de
pintura o escultura, en fin a todos aquellos actos que contribuyan al
enriquecimiento del espíritu. La sola asistencia no garantiza la adquisición,
el iniciado deberá participar mentalmente en cada encuentro con el arte; y para
ello deberá “abrir” sus sentidos pues de tal actitud dependerá el desarrollo de
su sensibilidad y de su sensorialidad; dependerá la mejora de sus aptitudes o
la explotación de sus potencialidades. El cine y la T.V (acercándose con
criterio y selectividad) proporcionan de igual manera el suficiente material
espiritual que garantice su iniciación en la literatura. Es igualmente
importante se un lector ávido en relación con los temas de historia del arte,
para reforzar las adquisiciones culturales y consolidar la formación
intelectual, además de comprender el desarrollo de las facetas artísticas de la
humanidad. En relación con la creación y la creatividad,
distingo la primera de estas concibiéndola como una cualidad casi indefinible
que es innata reservada a muy pocas personas y que implica un aporte totalmente
nuevo al mundo cultural; mientras que la creatividad por su parte es
susceptible de ser desarrollada, mejorada y a la cual tienen acceso todas las
personas, ser creativo y creador son estados distintos la creatividad consiste
en buscar vías no tradicionales a los inconvenientes usando para ello un
pensamiento divergente basado en la intuición.
La creatividad se
desarrolla con la lectura constante y atenta de textos literarios, los cuales
se eligen al azar, es decir, sin que entre el lector y el texto no medie
ninguna obligatoriedad. Las conversaciones sostenidas a propósito de las
lecturas y la búsqueda de interpretaciones inusuales reforzarían a la
creatividad. Para culminar, la interacción en el proceso
de lectura consiste en disponer en el texto las adquisiciones culturales (o las cargas
significativas) que constituyen el mundo de significados del lector y
entrar en contacto con el mundo de significados propuesto por el escritor..
[vii] En
relación con la recepción Luis Barrera Linares(1993;39) sostiene que: “La
dimensión amplia y abstracta del receptor universal apunta siempre hacia la
polisemia; entran en este proceso una serie de mecanismos relacionados con la
memoria semántica del lector, con su competencia semántica, con su competencia
literaria y con la variabilidad a que el acontecimiento histórico suele someter
a los referentes literarios.
[viii] Domingo
Miliani (1993; X) expresa en este sentido que los personajes son “habitantes de
un condado proteico llamado Clarines o Uchire en Armas Alfonzo, Comala en
Rulfo, Macondo en García Márquez. Son toponimias imaginarias como la realidad
que engendró a estos juglares de nuestras hipérboles.
[ix] Es
bueno señalar, en este sentido, que la recopilación efectuada pro Luis Barrera
Linares y Carlos Pacheco publicada por Monte Avila Editores y titulada Del
cuento y sus alrededores, reúne un conjunto de trabajos bastante interesantes,
me inclino por seleccionar, para los efectos de este ensayo, a los siguientes:
“¿Qué hacer breve a un cuento breve?” (Norman Friedman); “Ronda por el cuento
brevísimo” (Edmundo Valadés); “Del cuento breve y sus alrededores” (Julio
Cortazar” y “El cuento: lince y topo: teoría
y práctica del cuento” (José Balza).
De la misma manera los trabajos que preceden a la recopilación
realizados por Barrera Linares y Pacheco. También
es justo citar al libro publicado por la editorial argentina Danilo Vergara
titulado En torno al cuento: de la teoría general y de su práctica en
Hispanoamérica escrito por Gabriela Mora, la cual dedica un capítulo completo a
cuestionar los planteamientos teóricos más importantes a propósito del cuento
(El capítulo II de la primera parte titulado “El cuento según la crítica
hispanoamericana”). Tampoco hablaré a través de ellos los aludo y eludo a la vez
no pidiéndole sus voces en préstamo para rellenar cuartillas a costillas de
otros.
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