SEGUNDA REBELION
B. EL GLOSARIO DE DIOS
1.
APROXIMACION A LA OBRA DE
ALFREDO ARMAS ALFONZO. (DE LAS PERIPECIAS PARA HABLAR EN TORNO A LOS CUENTOS DE
AAA CITANDO UNOS CUENTOS SUYOS Y OTROS
RAZONAMIENTOS AJENOS AQUI REUNIDOS)
La mentira no siempre es lo que se recrea,
así
como la verdad no es siempre la imagen
de lo visto y lo comprobado.
ALFREDO
ARMAS ALFONZO
Mirar
es -que lo diga Rilke- recordar.
El mirar de Alfredo
Armas Alfonzo un mirar
escrito,
convertido en sentimiento verbal
(...)regresa
intacto al testimonio real e imaginario
de
la crónica y la anécdota confundidas en un
lenguaje
donde verdad y ficción son inmensidad
continua.
LUIS ALBERTO CRESPO
Inmodestamente he elegido el título
de Glosario de dios pensando en el merecido sitial que tiene Alfredo Armas
Alfonzo (AAA) en la literatura Hispanoamericana. La inmodestia no es por él,
sino por el esfuerzo que supone glosar a uno de los escritores más prolíficos
de la literatura venezolana. Armas Alfonzo escribió su obra entre 1949 y 1989,
cuarenta años de producción literaria e igual número de años dedicado al
trabajo cultural. Aunque obtuvo repetidamente segundos lugares en uno de los
más prestigiosos concursos de cuentos del país (El concurso de El Nacional)
su obra no obtuvo, en su tiempo, resonancia y reconocimiento, no por ello deja
de ser una referencia en los cambios introducidos en la narrativa venezolana.[i]
El reconocimiento se lo ha dado la
posteridad, ahora es cuando su obra
empezará a ser estudiada a fondo. Ya el Concurso con su nombre y la Fundación existen y es mucho el trecho que queda por
andar.
He elegido para comentar en este
apartado quizás la obra menos ventilada, Los Desiertos del Angel. (1990) por considerar que la misma
cierra su obra (la cual he dividido en cuatro etapas)[ii] y a
excepción de El Osario de Dios. (1969)
-libro ampliamente estudiado- es
necesario estudiar, este y otras
publicaciones con menos renombre e igual calidad. Además
Los desiertos del ángel. constituye junto a El Osario... los dos libros de Armas Alfonzo donde expone
su dominio sobre el cuento breve con mayor maestría. Hago esta elección porque
este último libro contiene elementos que sería bueno destacar y que lo
relacionan con toda su obra.
Seguidamente intentaré dar cuenta de
tales circunstancias, dedicando
apartados interdependientes a los puntos que quiero destacar de Los
desiertos del ángel.
Ahora
los ángeles van a decir amén.
Ya
tú los vas a oír decir amén, Sixtico.
AAA
(El osario... ; 158)
Ser
ángel no
es
tan fácil como se imagina la gente
AAA
(Los desiertos...;1 X 7)
Decir que la figura del ángel juega
en la narrativa de Armas Alfonzo un
papel relevante no es una revelación. Es una afirmación, pues la figura
y la esencia misma del ángel es una constante en sus cuentos. En el universo creado por AAA, lleno de
santos de palo y dioses de yeso la
figura angelical se muestra como una presencia ultraterrenal que se opone a la
constante desmitificación de los ritos católicos que suponen algunos de sus relatos. La desmitificación produce
transgresiones en el mundo de los creyentes. Transgresión encarnada algunas
veces, en un cura que es expulsado del pueblo por haber sido descubierto
saciando su sed de carne, sus pasiones condenatorias (112) y que luego hace una
misa negra para maldecir a los descubridores de sus debilidades; San Antonio
flagelado, Santa Clara olvidada por sus
fieles, los campanarios de la Iglesia de Clarines
convertidos en atalayas de guerra, Guzmánpisapapeles (136) suplantando en el altar a San Pedro en la
ingenuidad campesina son algunas muestras de las transgresiones religiosas
propuestas en los cuentos breves de Armas Alfonzo.
Confluye en ese imaginario popular
el ángel bajado a tierra bajo sus dos caras, la que muestra su carácter divino
y aquella otra que lo ridiculiza. Cementerios e
Iglesias serán dos lugares que no desaparecerán nunca de las propuestas
de AAA. La puerta al cielo que es el
templo y la del infierno que es el osario serán dos espacios predilectos en su
obra cuentística. Desde “Los cielos de la muerte” (1949) hasta su último libro
tal dicotomía espacial persiste y constituye un nexo inocultable que lo liga
involuntariamente a los inframundos rulfianos. Aquí el escenario de la muerte
será Uchire, Unare, Clarines en vez de Comala. Y aunque los cementerios no conforman
un punto tan reiteradamente visitado por las palabras de rulfo, las iglesias
(sobre todo la de Clarines con la de Luvina) serán lugares donde la muerte ha
implantado su reino. En Rulfo un reino metafórico, en Armas Alfonzo un reino
directo expresado en los sacrilegios que las muertes de la guerra federal
venezolana imprimían a dichos recintos, un reino de sangre y huesos.
Los ángeles algunas veces encarnan
en esos esqueleticos que deja la sequía y el hambre, entonces tienen alas de
cartón y vestidos blancos como los de la niña Debora (tal es el caso del cuento
“Santos de Cabecera que forma parte del libro Tramojo, o el 113 del osario) Yuquita, (45)
En otras ocasiones el ángel toma
cuerpo en los recuerdos rescatados de entre las casas que ya no existen,
entonces se llaman Mamachía, Caota(132)[iii],
Tura, Miguelina(55), María Amaricua (97) o Natalia (124, 126)y toman forma
humana y esencia de molienda .En otras ocasiones son ángeles caídos que llevan, en sus desgracias, la luz del mal como La Yilé o la Topotopo (64) que desvía los ojos de los
cristianos por tener tanta carga donde nosotros solo tenemos costillas.
Termina El Osario de Dios con
la frase que encabeza este apartado,
“Ahora los ángeles van a decir amén. Ya tu los vas a oír decir amén, Sixtico.”
Quizás dándole a Mamachía la voz que contó todos los relatos del libro, y así
produce el distanciamiento, pero invirtiendo a la vez el orden tradicional
implantado por Cervantes en El
Quijote de la Mancha y usado en estas tierras por Julio Garmendia
(en “La tienda de Muñecos”) y Teresa de la Parra (En Memorias de Mamá Blanca) cuando
dicen que crean sus manuscritos sobre la
base de otros anteriores al texto referido de donde han tomado su historia.
Pero los relatos de Armas Alfonzo provienen de la oralidad[iv] que instaura
mundos llenos de ángeles de carne y hueso, alados de nostalgia y llenos de odio o amor
según sea el caso.
En Los desiertos del Angel se
hace patente la figura del ángel en ese mundo de pregoneros, enanos,
prostitutas, ancianas, difuntos que habitan los cuentos que conforman el libro
y dan paso a la confluencia del sueño y de la cotidianidad indistintamente.
Dedicado a los muertos[v]
desde un principio anega la imaginación del lector de tales personajes
mencionados arriba, encumbrándolos en la luz del mediodía oriental venezolano o
confinándolos a la oscuridad más cerrada. Y si en un libro-testimonio como lo
es La parada de Maimós (1968) condena con una antidedicatoria a los que
asesinaron al Che, aquí rescata la memoria de éste dedicándole el libro entero
y confiriéndole un aura protectora.
El tono casi poético presente en
Angelaciones (1979)
instaurado a partir del recuerdo de los tiempos de la infancia, de esos
dioses de la niñez que llenan a los tiempos remotos del nacimiento es
trastocado en Los desiertos del Angel
y la palabra renace limpia de cadencias, casi primitiva, para designar
en los 135 cuentos cortos que conforman el libro, los personajes que se le
habían escapado del osario. Los desiertos de Angel prevén la proximidad del viaje, el escritor
deja entrever -entre el oficio de tallador de palabras- que ésta sería su última entrega.
Es inevitable relacionarlo con El
Osario de Dios pues recurre nuevamente a la numeración, pero esta vez bajo
el formato de la “Tabla de multiplicar” que así se llama también uno de sus
cuentos (publicado en el libro PTC
Pto. Sucre Vía Cristóbal (19679)) y el relato 114 del Osario. Además la
huella formal causada por el impacto de uno de sus mejores libros[vi]
y que no había sido evocada, es usada de nuevo y bajo el mismo formato de
relatos cortos, como relámpagos de agosto, dando paso a la forma que tanto había temido imitar,
abandonada desde los días del Osario.[vii]
[i] Armando José Sequera y Domingo Miliani lo consideran el
iniciador del cuento breve venezolano. Sus influencias inmediatas no fueron
recogidas -así lo afirma Violeta Rojo
(1994; 574) por los escritores que le sucedieron de
inmediato (Luis Britto García, Ednodio Quintero y Gabriel Jiménez Emán) no
obstante inaugura todo un estilo en torno al modo de concebir, recrear o
estructurar un cuento breve. Para una información más completa es recomendable
revisar el trabajo de Miliani publicado como antesala a la recopilación de su
obra publicada por la Biblioteca Ayacucho, versión corregida y aumentada de
otros trabajo suyo aparecido en el libro titulado Una valoración de Alfredo
Armas Alfonzo (1987) coeditado el Centro de Actividades literarias “José
Antonio Ramos Sucre” y el CONAC.
[ii] Las etapas que distingo tienen -en un principio- una
base temporal, forman parte de otro estudio que aun no comienza. A continuación
muestro solamente las etapas sin ahondar en otros criterios que fueron tomados
en cuenta durante la división, a saber:
Primera etapa.
Incluye los siguientes libros:
a)Los cielos de la muerte. (1949)
b)La cuesta del cangrejo. (1951)
c)Tramojo. (1956)
d)Los lamederos del diablo. (1956)
Segunda
Etapa:
Comprende los siguientes libros:
a)Como el polvo. (1967)
b)P.T.C. Pto. Sucre Vía Cristóbal. (1967)
c)La parada de Maimós (1968)
d)El Osario de Dios. (1969)
e)La anunciación. (1971)
f)Agosto y otros difuntos. (1972)
Tercera
Etapa:
Incluye:
a)Siete güiripas para Don Hilario (1973)
b)Cien máuseres, ninguna muerte y una
sola amapola. (1975)
c)Angelaciones (1979)
d)El bazar de la madama (1980)
Cuarta
etapa:
Contiene:
a)Con el corazón en la boca. (1981)
b)Este resto de llanto que me queda
(1981)
c)Cada espina. Tres historias de amor.
(1987)
d)Los desiertos del ángel. (1991)
Humberto Mata (1991; 13) supone que la
obra de Alfredo Armas Alfonzo se divide en antes y después de la publicación de
El osario de Dios.
[iii] He colocado
en este apartado los números que corresponden al libro El osario de Dios los cuales
apoyan, en cada caso el tema planteado.
[iv] Cito a continuación a Domingo Miliani (1993), quien a su vez
citó lo que dijo Armas Alfonzo, refiero a continuacion algunos fragmentos:
“Fue Mamachía, mi
dulce abuela muerte frente al patio de azahar y de reseda quien me contara los mejores
cuentos que yo he oído. (...) Ella está en el cielo ahora, pero yo la sigo
oyendo de los labios de mi madre. Esa fue otra de las buenas herencias que nos dejo Mamaría. Que sea ésta
la única identificación
que la gente halle en mis cuentos.”
Salvador Tenreiro (1991; 11) sostiene
que: “Las historias de Armas Alfonzo tienen dos rostros. El primero reservado
tan sólo para quienes tuvimos el
privilegio de escucharlo. El segundo es el de los libros. La prodigiosa riqueza
de su oralidad alcanzó en su escritura un esplendor inigualable”. Esta
reflexión dispone de lo expresado por AAA en torno a su obra y le concede su
fuente oral como materia prima para los cuentos.
[v]El libro está dedicado a:
A
Luisa Larrazábal/ en el cielo, junto a Marx /A Rita
Saldivia/ En la quebrada de
Oruro, donde arde la vela de su
alma./
A Ernesto Che Guevara, El espíritu que las protege del viento
frío de la muerte.
[vi] Temiendo quizás volcar su escritura hacia una repetición vacía
que nada aportaría a sus impulsos creadores Alfredo Armas Alfonzo no usará
después de la consagración de 1969 la forma de El Osario de Dios por eso creo
en la posibilidad de haber pensado en la visita inminente de la muerte antes de
entregar este libro bajo ese formato.
Arnaldo
Acosta Bello (1991;8) dice, refiriéndose no a la forma, sino al contenido que:
Alfredo Armas Alfonzo ...Prefirió
fortalecer sus líneas expresivas a riesgo de volverse reiterativo,
obsesivo, de parecer que estaba contando siempre la misma historia. En realidad
estaba inventando su voz y aunque partía del mismo punto, cada vez llegaba más
lejos.
[vii] Armas Alfonzo
dice a propósito de Los desiertos del Angel que: “Los desiertos del Angel no es
sino la manera de ubicar territorialmente , humanamente si tú quieres, a un
montón de despojos como esos que yacen
en el amor” Tomado de una conversación suya con Gabriel Jiménez Emán, ver en
ese sentido, Jiménez Emán (1991;17)
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