martes, 9 de julio de 2013

DECÁLOGO DEL PODER INVISIBLE



DECÁLOGO DEL PODER INVISIBLE
DE LA NORMA A LA HORMA EN LOS REGLAMENTOS DE LA EDUCACIÓN Y EN LAS PROPUESTAS DE MEJORAMIENTO DEL PROFESORADO

            A propósito de la lectura del libro Sociología Política de las Reformas Educativas[1] se estructura este pequeño ensayo crítico como relación intertextual libre que establece una lectura hermenéutica con intenciones críticas del capítulo VII titulado “La enseñanza, la formación del profesorado y el profesionalismo. El poder invisible” en tal sentido se enfatiza en dos sentidos macro de significado, la norma, con la cual se hace un ejercicio lúdico-lingüístico con horma y el discurso del poder que está detrás de los reglamentos. Estos dos aspectos tocan y entrecruzan el texto que se presenta, a manera de decálogo, a continuación. Al final se introduce, que en lugar de reformado, el mundo actual luce deformado por preferencia de un grupo de cuatro roles que dominan el cuadro social actual. Se han obviado voluntariamente algunos aspectos, es ensayo, no resumen ni comentario del texto, es lectura libre, y no directa y referencial, el hipotexto lo configura dicho capítulo y de allí surge la hipertextualidad que da vida a los puntos acá reunidos.
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El discurso normativo es proporcional a su alcance, discurso impositivo. Al regular realidades subyuga diferencias. El poder establece sus dominios tras la fachada que legisla y desde ahí mueve sus hilos, escondido en normas que pretenden “ordenar” a la realidad.
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El trasfondo real del ámbito político es crear plataformas discursivas que expandan su radio de acción, en contextos con predominio no-autocrático, ni dictatorial, tales normas se revisten de una aparente democracia, pero el poder político no cede sus espacios a la libertad educativa, la encapsula en reglamentos y directrices que manejan al entorno educativo para establecer prioridades en “agendas” con estructuras ocultas o no visibles a todos.
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Las leyes elaboradas para regular a la sociedad, para organizarla y sistematizarla, se entrecruzan veladamente con los procedimientos que forman al ser en términos de enseñanza y/o aprendizaje, en este sentido, los procedimientos orientados a formar profesores constituyen alcabalas para otorgar titulaciones o certificados donde la academia, en ocasiones, es una invitada en lugar de ser una protagonista.
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En regímenes totalitarios, abunda la uniformidad pseudo-académica como aparato de dominación ideológica al servicio del poder político, es así como el Estado rector, construye Planes Nacionales de Formación sostenidos en sus principios de vasallaje y de dominación oculta, se brinda educación pero una educación comprometida con los principios que perpetúan al poder político, enmascarado en una “intención” de formación general. La intencionalidad discursiva se reviste de jurisprudencia y lenguaje legalista y pomposidad racionalista, pero en el fondo, la democracia y la participación libre y sin ataduras,  quedan marginadas.
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En contextos de marcada dependencia Estadal, el poder político rige desde los presupuestos hasta la elaboración de los currículos, cualquier disidencia es castigada con exclusión y con estigmatización. A mayor control del Estado, mayor interferencia en los controles sobre emisión y titulación docente. En este contexto, las realidades sociales, económicas, históricas, culturales, son manejadas con soportes discursivos que revisten significados de enlace y estructura cuyo interés es no contravenir la norma política.
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Hay que hacer desmontajes orientados a desenmascarar las intenciones profundas del poder político para comprender y cuestionar al reglamento, conocer las rendijas por donde se filtran las cadenas que atan al docente al servicio de un dogma o una creencia que traspasa los límites del aula para anclar sus influencias en la realidad. El lenguaje de los reglamentos controla y manipula la esencia de libertad y universalización del hecho educativo y sus pretensiones  de abundar en la investigación curiosa, constructiva, libre, expresiva, sin ataduras, se ahoga en las normas que bajo los dictámenes de una modernidad engañosa, difuminan cualquier utopía desde la objetividad racionalista y agobiante de la norma.
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            El texto regulador establece normas generales, pero al hacerlo, y tratar en el intento de abarcar realidades cambiantes, abunda en normas que se convierten relativamente en selvas o laberintos normativos, todos aquellos elementos de reforma que se incluyen, son anulados por las tendencias que aspiran a generalizar y normalizar, el poder de la norma se convierte en retórica que homogeneíza y vuelve aséptica todo cuanto toca, la diferencia no es tratada, al contrario es excluida, la regla aparentemente neutra, conlleva intrínsecamente valores de dominio, que disimulan las diferencias socioeconómicas presentes y que son expresadas “descoloridas y desinfectadas” en términos e escolarización.
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El pensamiento crítico propuesto no desenmascara, está al servicio de la burocracia y de los negocios.  No cuestiona sistemas políticos,  ni procesos históricos, está apegado a la norma gubernamental, no se correlaciona con la comprensión de la sociedad ni de  la vida cotidiana. Esta dominado por los poderes imperantes.
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El conflicto social se neutraliza, se norma y al hacerlo, se pretende controlar, se disimula la regulación a quienes están en minusvalía, con vigilancia escolarizada. El  poder da visos al regular y censura al distinto, el poder del discurso que otorga certificados y títulos, engendra subórdenes de clasificaciones y taxonomías absurdas que conllevan exclusiones automáticas. Cada requisito es una alcabala donde se queda cualquier contrabando proveniente de la realidad o de la singularidad de individuos o comunidades minoritarias, distintas o marginales, las diferencias culturales y económicas constituyen escollos que, tratados desde la norma, violan la singularidad y convierten al reglamento en horma donde la diversidad debe calzar a la fuerza.


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            Entre el poder académico y el poder político se concreta un pacto de no agresión, autodependiente y sostenido en una autoridad discutible, el currículo soporta a la autoridad y viceversa, la construye, la sostiene y la expresa, las relaciones de poder entre los textos y los sistemas políticos son interdependientes, cualquier intento de transgresión será visto como anárquico y amenazante, pero el discurso educativo le debe cuotas de poder al discurso político y entre ambos poderes discursivos se entreteje una dominación sociocultural oculta y profundamente arraigada en la autoridad que siempre se revestirá de orden y progreso como pautas generales de una reforma de dudosa modernidad.
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            El mundo moderno se sostiene en órdenes de poder marcadamente contradictorios, el gladiador y el orador copan la escena. El primero se configura en armas y talentos corporales; el segundo en discursos que prometen mejoras u ofrecen soluciones, los cuatro estamentos llevan nombres diversos, pero los más reconocidos mundialmente son: militares y atletas; políticos y empresarios. Estas cuatro tipologías recogen las mayores dádivas, en todos los sentidos. Las mayores ganancias y los mayores privilegios descansan en estos cuatro elementos, habrá que añadir un grupúsculo que traspasa a los cuatro conformando un quinteto desolador de vacuidad y apariencia, el de la farándula. Los mayores sueldos, los mejores niveles adquisitivos y los más grandes titulares mediáticos reposan en estos grupos de élite. Dónde queda la cultura, la academia, la educación, la formación, la enseñanza, el aprendizaje, la filantropía humana, rezagada y relegada a espacios de normas que están diseñadas por estos grupos y disfrazadas de legalidad. Los recursos no desembocan en la educación, allí se experimenta, se da a cuenta gotas, lo espléndido del mundo, la abundancia, se hace escurridiza. Un mundo en guerra, con grandes gastos en armamento; un mundo fragmentado en gustos y caprichos multimillonarios a deportistas y actores o cantantes; un mundo de reyezuelos disfrazados en democracias y un mundo vorazmente consumidor y “esclavo” del mercado, tiene sus hilos invisibles para el poder de subyugación y dominación educativa. Una horma que deja mucho que decir y poco que desear…
La reforma anhelada en el mundo educativo dista mucho de conseguirse en la presentación de reglamentos y en la creación de currículo que formen profesionalmente al profesorado, de igual modo dista mucho este mundo dominado por los cuatro elementos o roles mencionados, a un mundo siquiera cercano al mecenazgo que mejore las condiciones de vida de los dadores y productores de saber. La escolarización reformada es un proyecto inacabado e incompleto. Aun faltan pautas para establecer reformulaciones que den un giro significativo a toda la epistemología del mundo escolar y ocasione reformas reales y concretas, efectivas que constituyan mejoras sustanciales en todos los órdenes de la sociedad. Complementa a este ensayo una presentación de diapositivas donde se evidencia la postura crítica de ambas y esa pugna siempre existente entre el poder y el saber como ancla de discusión permanente.


[1] Popkewitz, Th. S. (2000) Sociología Política de las Reformas Educativas. Madrid: Ediciones Morata, S.L.

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