MUSICA, BORGES Y POESIA
América.
El mundo es unas cuantas tiernas imprecisiones.
El río, el primer río. El hombre, el primer hombre.
JLB
Un
viaje profano por el continente, poblaría de notas a la memoria. Un viaje
sagrado por la memoria, un recorrido hecho de palabras y hombres; de canciones
y nombres. Anotaciones dispersas apenas.
Hay
un espejo en cada ciudad, un reflejo de recuerdos que cruza el aire.
América es tierra poblada de espejos,
de puertas que se abren a los sueños, de mundos alternos escondidos tras una
melodía.
Cada
instante de mi vida está poblado de olores y sonidos; de golpes de luz y
texturas. Aquí es una esquina de pueblo que me rehace, más allá un olor de
guayaba rescata del exilio a los recuerdos, sé que llevo por dentro algunos
tambores y una guitarra que llenan de aliento a mi memoria.
Un
camino de canciones une el alma de América, espejos de tiempos y lugares. Un
continente que se funda con palabras, que se hace con palabras y cantos, aquí
se retoma el espíritu primigenio de la poesía, el sentido misterioso del verbo
que crea y transfigura.
Arriba,
muy arriba hay recuerdos hechos en ritmo de Jazz, virtuosidad de sonidos,
espontaneidad y genio creador.
Hay
un lugar en el mundo hecho de corridos y rancheras, un lugar que alguna vez
hemos llevado por dentro, apasionado y terrible; a veces trágico, siempre
violento. Un ídolo popular es la estampa que lo refleja: Infante el espejo de
algún lugar y de otros tiempos.
Entre
las islas hay dos versiones sobre el universo, una se hace de tambores, de
giros y sudor; la otra es voz perenne, verbo profundo. Trovadores y bailarines
dos rostros de ritos y letanías, imágenes alternas de un paraíso en llamas.
Silvio rebelde y Pérez Prado convulso.
En
la costa bullen los tambores. Tierra adentro es dominio de las cuerdas. El arpa
y la guitarrilla tienen sus reinos y pueblan las llanuras de inquietas
resonancias. La brevedad de la vida, Simón dándole la vuelta al mundo en un
caballo viejo.
Arriba,
en los Andes en una de las moradas abandonadas del sol, Orfeo ha dado sus
instrumentos a una raza oprimida, hechas tristeza sueltan las quenas y las
flautas sus dolores. El cóndor pasa y llena de alas el horizonte, de sueños.
Allá
abajo, muy abajo se tocan los extremos, pasión y tragedia, violencia de pampa y
ciudad austral, dos voces que se enlazan en milongas y tangos. Carriego y
Gardel espejos confinados en la memoria.
Apenas
soy el hombre que oye, el que viaja con cada canción, que se hace sus espejos
con voces ajenas.
América
une sus extremos, Infante y Gardel; Paz y Borges. Música y verbo hacen que se
cierre el círculo literario hecho de acordes musicales y poesía.
El
verbo.
Ciudad que se oye como un verso.
JLB.
Entonces,
aquel hombre supo que mucho antes que él alguien ya había dicho: hágase la luz.
Por eso inventó un espejo, una fisura hecha de un conjuro extraño mentado
verso. Pero aquel remedo era apenas una llamita triste del verbo primigenio y con un ardid de la
memoria la rodeó de cantos, hizo pájaros de madera y cuero. Después de haber
visto que aquello tenía aliento de vida pero que le faltaban alas decidió darle
vida al reflejo creado. En uno de ellos está la imagen del cuerpo que vibra, lo
acompaña una corte de pájaros, un ángel caído que mueve caderas y manos para
volar. El otro se quedó con los cantos y
comiéndose algunos pájaros de madera y cuero ahora los lleva por dentro y juega a ser dios con eso que ahora le han
llamado poesía.
La
palabra funda pueblos, el hombre es un fundador de palabras. Borges es palabra
que rehace, que reinventa. El supo que ya otros habían fundado su mundo.
Entonces hizo espejos para fundar el nuestro.
He
recorrido los caminos de sus palabras para saber de mi mundo. El de sus versos que llena de alas a mis recuerdos.
Fundaciones.
Calle Grande y sufrida
eres la única música de que sabe mi vida.
JLB.
Una
comentario sucinto de Fervor de Buenos
Aires[i]
a propósito de la música y los recuerdos diría que el poemario fue escrito con
versos que cautivan imágenes de los lugares y tiempos de una ciudad. Un poema
tras otro ofrece al lector instantes que sólo existen ya en la memoria. El
detalle verbal engendra al universo entero, Buenos Aires respira en cada verso,
se refleja, renace. El poema rehace al arrabal, se cuela entre los cementerios,
hace retratos de figuras desterradas. Yo
volví de las tierras antiguas del naciente/ y recobre sus casas. El verso
fijado hace perenne lugares y nombres. Borges ha vuelto de Europa y redescubre
el mundo de su nacimiento, un tributo para el rincón del mundo donde ha nacido
establece un cruce intertextual de sus primeros libros de poesía. He conmemorado con versos la ciudad que me
ciñe/ y los arrabales que se desgarran.
Si se comentara ligeramente Luna de Enfrente[ii]
podría sostenerse que la presencia de la ciudad sureña persiste. Que el poeta
es testigo de un espacio y lo contiene en sus versos. Habría que añadir tal
vez, que rompe el cerco citadino,
que mira
más allá y empieza a fundir a su Buenos Aires con otros espacios.
En
Cuaderno San Martín[iii]
el poeta ha asumido su trabajo fundacional y emprende su oficio de hacedor de
lugares y nombres. El afán de fijar en la memoria nombres, hombres y lugares
sostiene la labor poética del escritor. El se sabe reflejo y busca la alteridad
que lo haga corpóreo.
Acordes
del espejo.
La
poesía se impregna de canto y muerte para saldar su cuentas con la memoria, el
misterio de la muerte reflejado en la tragedia del hombre de la orilla, aquel
que está más cerca del primer hombre.
Son
deslindes imaginarios los que tiene, extremos que se unen en el verso: la
alegre canción y el último viaje. Confluyen en un mismo espacio: el arrabal.
Al
espacio físico se le unen otros dos: el lugar de la muerte y el sitio de la música. Ellos se insertan en otro
discurso, el de la memoria que rescata, que los hace perenne.
El
hombre disuelve sus miedos al tiempo conjugando en el poema lo que lo toca desde lejos. Resucita sus
temores con el canto y los resuelve con
dos imágenes de una misma figura, la vida que se refleja en la canción y la
muerte. Una canción siempre es un ejercicio de memoria para el cantante, pero
también es un exorcismo de la muerte. El poeta también recuerda al escribir y
arroja luz sobre las calles, (Calle que
dolorosamente como una herida te abres) sobre los vestigios de un pueblo
que ha empezado ha vivir solamente en la memoria. Esta ciudad que yo creí mi pasado/ es mi porvenir, mi presente/ En cada verso se actualiza el aliento vital,
no obstante persiste simultaneamente la duda: Las encrucijadas oscuras/ que lancean cuatro infinitas distancias/ en
arrabales de silencio. Toma pocesión del lugar interno, del lugar del alma
la presencia alterna del sueño: La calle
abierta como un sueño.../ la oscuridá es la sangre /de las cosas heridas. Otra
presencia del poeta: la noche. La noche es una fiesta larga y sola Los
duelos, los bailes, la muerte y el sueño del arrabal tienen un momento
privilegiado, el de la oscuridad: en el
dormitorio vacio/ la noche cerrará los espejos. Espacio alterno de la
muerte y los sueños, el de la poesía de Borges. Seguro de mi vida y de mi muerte, miro los ambiciosos y quisiera
entenderlos./Su noche es tregua de la ira en el hierro, pronto en
acometer./Hablan de humanidad./Mi humanidad está en sentir que somos voces de
una misma penuria./Hablan de patria./Mi patria es un latido de guitarra...
El tango es el baile que antecede a la
muerte, el rito de cortejo que también puede ser anterior a la cópula. El puñal
es un falo por donde entra la muerte....y
el destino que acecha tácito, en el cuchillo./ (El fallo de destino más para
siempre,/ que dura en mí lo escuché esa noche en tu noche/ cuando la guitarra
bajo la mano del orillero/ dijo lo mismo que las palabras, y ellas decían: La
muerte es vida vivida,/ la vida es muerte que viene;/ la vida no es otra cosa/
que muerte que anda luciendo.)
Tal
vez después hablé de Carriego, del amor y el juego, dejemos que Borges cierre
este intento de acercarse al mundo terrible del arrabal y del tango
pendenciero: Barrio con lucidez de
pesadilla.../te empeñas en jugar con naipes raspados la vida;/ tu alcohol mueve
peleas.../Tu vida pacta con la muerte; toda felicidad, con sólo existir, te es
adversa.[iv]
[i]Borges,
Jorge Luis. (1923) Fervor de Buenos
Aires. En: Obras Completas. Argentina: Emecé Editores.
1974.
[ii]Borges,
Jorge Luis. (1925) Luna de Enfrente. En:
Obras Completas. Argentina: Emecé
Editores. 1974.
[iii]Borges,
Jorge Luis. (1929) Cuaderno San
Martín. En: Obras Completas. Argentina: Emecé Editores. 1974.
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