DE LA PALABRA
Reescritura
del desaliento o notas apócrifas de una inconformidad anunciada.
José Luis Barroeta
Barazarte.
Una de las funciones de la literatura es
la representación de las pasiones.
Octavio Paz
LOS ESTADOS
DE ÁNIMO
“La literatura difiere de los escritos
explicativos y científicos en que está elaborada en torno a una comunidad de
estados de ánimo, del mismo modo en que el cuerpo lo está en torno a un alma
invisible; y si la literatura emplea argumentos, teorías, erudición y
observación, y parece acalorarse con aseveraciones o negativas, es sólo para
hacernos participar en el banquete de los estados de ánimo. Opino que estos
estados son los obreros y los mensajeros del que Todo lo Rige: los dioses de la
antigüedad que aún habitan en su secreto Olimpo, los ángeles de los tiempos
modernos que ascienden y descienden por su brillante escala; y creo que los
argumentos, la teoría, la erudición y la observación son tan sólo lo que Blake
llamó “pequeños demonios que luchan por sí mismos”, ilusiones de nuestra vida
pasajera visible, que debemos poner al servicio de los estados de ánimo o no
tendremos cabida en la eternidad. Todo cuanto puede verse, tocarse, medirse,
explicarse, comprenderse, discutirse, no es más que un medio para el artista
imaginativo, porque él es parte de la vida invisible y nos transmite su
revelación, siempre nueva y siempre antigua. Se habla mucho de la necesidad de
limitar la razón, pero la única limitación a la que puede someterse es el
misterioso instinto que le ha hecho ser artista y que le enseña a descubrir
estados de ánimo inmortales en deseos mortales, una esperanza eterna en
nuestras ambiciones triviales o un amor divino en la pasión sexual.”
William Butler Yeats.
Ideas
sobre el bien y el mal.
Madrid: La Fontana Mayor, 1975
PREAMBULO
Dios hizo al mundo en seis días,
un hombre no puede menos que hacer
ensayo en tres días
sin pretender con ello fundar mundos.
J.L.B.
En
el campo artístico prevalece el lenguaje como expresión omnipotente del
espíritu. El lenguaje es el cuerpo construido de verbo, transeúnte y eterno a
la vez. El lenguaje que expresa a la obra de arte constituye el abismo y el
puente: la salvación transitoria del
artista. La escritura es un refugio y un desamparo, su carácter dual
dota al hombre de pasadizos inaprensibles, comprendidos en terrenos de
subjetividad y razón. Por lo escrito el hombre se emparenta con la divinidad,
ansiando alcanzar un estado de ubicuidad tal que transforme radicalmente el
mundo de certezas que lo ha parido, por lo escrito también se traslada a una
dimensión alterna donde sólo lo
pronunciado tiene poder y donde paradójicamente el poder del silencio es de
igual manera omnipotente.
La
palabra, en el caso literario,
expresamente en el narrativo, construye un espacio especial que -visto
desde esa óptica de prevalencia del lenguaje- sirve de soporte a dualidades
interdependientes: lo físico/psíquico;
lo apolíneo/dionisíaco; la
pasión/deseo; el eros/tánatos; que se comparten espacios, se superponen a
expensas del terreno arrebatado a su contrario o en un feliz término de
arreglos se funden, en todos esos
casos, el verbo transfigura y satisface
los deseos del escritor y del lector por sustitución. En el caso que aquí nos
ocupa, el eje central es la pasión y el deseo como caras interdependientes que
sumen al artista y al lector en algunos casos complejos de relaciones.
La
obra de arte literaria se revela como una expresión estética de la pasión que
produce efecto placentero tanto en el escritor como en el lector. La novela o
el cuento fundan sus reinos a partir de un contacto íntimo con el lector, tal
acercamiento se expresa en dos instantes; un primer momento hecho de
dilucidaciones por parte del escritor, armador de edificios verbales y otro
elaborado por el lector, fundador de significaciones a partir de la escritura,
en ambos predomina un sentido polivalente del signo que se proyecta desde el
texto hasta la psiquis del lector. En los dos momentos es imprescindibles que
exista una atmosfera de reflexión, objeto de arte y sujeto artístico (llámense
escritores o lectores) aun cuando confíen sus labores u oficios a dualidades
interdependientes no por ello evaden la reflexividad que supone acceder y
relacionarse en ámbitos artísticos de reflexión. En todo caso, así pretendo
demostrarlo en este ensayo (tómese en sentido clásico o moderno el término y
supóngase inacabada la reflexión) apasionada o deseada, la obra de arte se
resuelve a partir de dicotomías y ellas justifican per se todo intento de
comentario.
I. APUNTES DISPERSOS SOBRE LA PASION.
Está en el escritor
no prometer más
de lo que
da,
en el lector
en concederle
a la imaginación lo que el texto
no le ha dado.
Comunión de creaciones.
J.L.B.
BUSQUEDAS.
El hombre anhela constantemente y al hacerlo
desea, insiste siempre y en ocasiones logra
conseguir lo deseado.
La
búsqueda humana permanente ocasiona pasiones que, así entendidas, se
caracterizan por dos aspectos: uno de entrega y simultáneamente otro de no
consecución de lo que se persigue. Paradojas parciales de un mundo incompleto
hecho y sostenido por el lenguaje.
Insatisfecho,
el artista busca y en su intento de creación a veces surgen sentimientos
intensos: pasiones. Las búsquedas colmadas
de escritor produce -en algunos casos- la plenitud, una vez alcanzado el
anhelo que produjo la inquietud o insatisfacción interior, cesan las pasión
para dar paso de inmediato a nuevos desajustes que provocarán otra obra, otro
intento de resolución del conflicto interior que libra el escritor (en este
caso) dentro de sí y el cual aspira resolverse en metáforas que sustituyan los
desacomodos internos.
DESEOS.
Lo bueno, si breve,
dos veces bueno.
BALTAZAR GRACIAN
Se
desea lo inalcanzable, lo oculto, se desea lo que excita.
Lo
ordinario no es objeto de deseo sino de úsese y deséchese.
Deseo:
ánfora sin fondo.
Desear
es un verbo transitivo; el deseo, un tránsito verbal.
Deseo
moderno y de Zeus antiguo se funden en la escritura divina y profana del que
escribe.
¿Cuando
se escribe se desea ser delicioso o sedicioso?
Deseos
satisfechos: lector seducido por las rebeliones del escritor.
Desea,
de ser, dé ser.
Desear
sin amar, desertar sin luchar.
Deseo
insatisfecho: desierto semántico.
De
Aladino: Tres deseos te concedo: desear, escribir y leer.
ENTREGAS.
Siempre que entrego mi tiempo
a la escritura se transforma
en tiempo de entrega.
J.L.B.
El
escritor una vez que desborda sus
límites con el deseo permanente e
inaplazable, ve trastornada su cotidianidad
por el consumo temporal y espacial con el cual procura alcanzar la obra
de arte culminada, es decir, la satisfacción que resolverá sus inquietudes de
manera pasajera.
El
que escribe invierte, en entrega de oficio, todo el espacio físico y psíquico
que disponga hasta el punto del
apasionamiento. Su cotidianidad es papel en blanco y mundo Si no se
resuelve en su escritura, empieza a reventarse por los cuatro costados a
llenarse de fisuras que en vez de alteridades produce alteraciones en el ánimo.
LA REBELION.
Vuela, sé libre
atrévete,
dijo ante el oráculo
entregándome alas de cera,
y un
sol arábigo de tinta
hizo el resto.
J.L.B.
El amor es una transgresión...
El amor es subversivo.
Octavio Paz
Si
las circunstancias que preceden al deseo son adversas, la persona recurre a
enfrentamientos, librando interior o exteriormente disputas. Tales impactos
provienen de las diferencias entre lo que se espera y lo que sucede, esto es,
de los desniveles derivados de lo deseado y lo conseguido.
Sucesos
psíquicos que conllevan al cruce de fuerzas contrarias definen a la lucha que
acontece una vez fijado el objeto de deseo.
En
algunos casos, para que un deseo genere pasión ha de ser sublime o miserable,
es decir, debe situarse en los extremos. En estos casos, la pasión puede
provocar rebeliones, pues situado el objeto de deseo en estos puntos radicales,
divinos o satánicos, la cual se expresa en un término primario en obsesiones
transgresoras que propiciarán cambios nada ordinarios.
LA INTENSIDAD.
Brevedad
e intensidad son inseparables, ambos son insostenibles. Lo breve al prolongarse
deja de serlo (verdad de Perogrullo) y da paso a lo extenso. Lo intenso, por su
parte, si no se disipa consume y agota o en todo caso insensibiliza.
LA PLENITUD.
Alcanzar
de manera completa un deseo, es casi imposible. Si un deseo se vuelve realidad
sucede antes o después del tiempo estipulado y a veces no sucede nunca.
Si
la satisfacción del deseo se anticipa ocasiona sorpresa.
Si
se retarda o no sucede nunca, provoca satisfacción por sustitución -es este el
caso de la obra de arte, el del artista que en los volúmenes de su escultura,
en los colores del lienzo o en las propuestas de escrituras sustituye sus
deseos por sus creaciones artística que, parcial o totalmente satisfacen al
creador.
Cuando
se satisface un deseo efectiva o sustitutivamente el ánimo se transforma de tal
modo que se sumerge en una calma que durará hasta que surja un deseo nuevo.
La
complejidad de la plenitud en el ser humano reside en la infinidad de objetos
deseados. A un deseo colmado sucede otro. Una puerta se abre y aparece otra
cerrada y distinta que espera ser abierta. Los deseos vistos así son una suerte
de puertas que nos llevan a un cuarto donde lo predecible y la plenitud no
están garantizados.
Afán
humano incansable el de los deseos: plenitud divina inalcanzable. Con el deseo,
el adulto retorna a su niñez, a ese punto mágico donde la imaginación, lo
posible y la realidad se entrecruzan en un universo lúdico de posibilidades.
PASION Y ESCRITURA.
Una
conlleva a la otra y viceversa.
El
que escribe sin pasión no es más que escriba que transcribe. El oficio de
escritura a sueldo y por encargo si está consustanciado por la pasión se
transforma en oficio de escribidor. El oficio de escritura como eje central de
las actividades vitales hace al escritor.
Quien
escribe y convierte su actividad en oficio que todo lo alcanza se liga
indefectiblemente con la pasión e íntimamente con un esfuerzo supremo por
descifrar al mundo.
El
verbo toca y devela, alumbra, pero también convierte al objeto sólido en parte
del mundo invisible de la palabra, dotándolo de dimensiones insospechadas.
El
reino del lenguaje hecho por el escritor apasionado hace a la obra de arte.
PASION Y LECTURA.
Que
un lector abra un libro y conviva parcial y ajenamente con lo escrito no
convierte a la acción en oficio, sin embargo, si se compenetrará al punta tal
de secar su seso entre la letra, haciendo suya toda la maraña de situaciones y
personajes tiene mucho de oficio y todo de pasión.
El
lector así definido, con mucho de Quijote y poco de revistero, inventa con cada
lectura un mundo ficticio que se liga al real enriqueciéndolo cualitativamente.
Detrás
de la página y delante de la mirada que escruta hay un espacio signado por la
pasión que une recuerdos, crea memorias y satisface -de modo pasajero- la
psiquis inquieta de quien lee.
Una
dimensión de leer y descubrir, la otra de leer y profundizar, la tercera de
hacerlo y ascender conforman un universo hecho de verbo que sostiene a la
pasión, que ilumina y rescata a la palabra
escrita.
BIBLIOGRAFIA REVISADA
Freud, Sigmund. (1948) El chiste y su relación con lo inconsciente.
En: Obras completas. Madrid: Editorial Biblioteca Nueva. p. 820-930. T. I
______________(1948) Un recuerdo infantil de Leonardo De Vinci.
En: Obras completas. Madrid: Editorial Biblioteca Nueva. p. 365-401.
______________ (1948) Psicoanálisis aplicado. “Una neurosis
demoníaca en el siglo XVII” y “Un recuerdo infantil de Goethe en ‘Poesía y
verdad” En: Obras completas. Madrid: Editorial Biblioteca
Nueva. p. 1020-1036 T. II
______________ (1948) Psicoanálisis aplicado. “Un recuerdo
infantil de Goethe en ‘Poesía y
verdad” En: Obras completas.
Madrid: Editorial Biblioteca Nueva. p. 1036-1041. T. II
Paz, Octavio. (1993) La llama doble. Barcelona: Seix
Barral.
Vargas Llosa, Mario
(1997) La tía Julia y el escribidor.
Barcelona: Seix Barral.