MUSICA, BORGES Y POESIA
JOSE
LUIS BARROETA
América.
El mundo es unas cuantas tiernas imprecisiones.
El río, el primer río. El hombre, el primer hombre.
JLB
Un viaje profano por el continente,
poblaría de notas a la memoria. Un viaje sagrado por la memoria, un recorrido
hecho de palabras y hombres; de canciones y nombres. Anotaciones dispersas
apenas.
Hay un espejo en cada ciudad, un
reflejo de recuerdos que cruza el aire.
América
es tierra poblada de espejos, de puertas que se abren a los sueños, de mundos
alternos escondidos tras una melodía.
Cada instante de mi vida está
poblado de olores y sonidos; de golpes de luz y texturas. Aquí es una esquina
de pueblo que me rehace, más allá un olor de guayaba rescata del exilio a los recuerdos,
sé que llevo por dentro algunos tambores y una guitarra que llenan de aliento a
mi memoria.
Un camino de canciones une el alma
de América, espejos de tiempos y lugares. Un continente que se funda con
palabras, que se hace con palabras y cantos, aquí se retoma el espíritu
primigenio de la poesía, el sentido misterioso del verbo que crea y transfigura.
Arriba, muy arriba hay recuerdos
hechos en ritmo de Jazz, virtuosidad de sonidos, espontaneidad y genio creador.
Hay un lugar en el mundo hecho de
corridos y rancheras, un lugar que alguna vez hemos llevado por dentro,
apasionado y terrible; a veces trágico, siempre violento. Un ídolo popular es
la estampa que lo refleja: Infante el espejo de algún lugar y de otros tiempos.
Entre las islas hay dos versiones
sobre el universo, una se hace de tambores, de giros y sudor; la otra es voz
perenne, verbo profundo. Trovadores y bailarines dos rostros de ritos y
letanías, imágenes alternas de un paraíso en llamas. Silvio rebelde y Pérez
Prado convulso.
En la costa bullen los tambores.
Tierra adentro es dominio de las cuerdas. El arpa y la guitarrilla tienen sus
reinos y pueblan las llanuras de inquietas resonancias. La brevedad de la vida,
Simón dándole la vuelta al mundo en un caballo viejo.
Arriba, en los Andes en una de las
moradas abandonadas del sol, Orfeo ha dado sus instrumentos a una raza
oprimida, hechas tristeza sueltan las quenas y las flautas sus dolores. El
cóndor pasa y llena de alas el horizonte, de sueños.
Allá abajo, muy abajo se tocan los
extremos, pasión y tragedia, violencia de pampa y ciudad austral, dos voces que
se enlazan en milongas y tangos. Carriego y Gardel espejos confinados en la
memoria.
Apenas soy el hombre que oye, el que
viaja con cada canción, que se hace sus espejos con voces ajenas.
América une sus extremos, Infante y
Gardel; Paz y Borges. Música y verbo hacen que se cierre el círculo literario
hecho de acordes musicales y poesía.
El verbo.
Ciudad que se oye como un verso.
Borges.
Entonces, aquel hombre supo que mucho
antes que él alguien ya había dicho: hágase la luz. Por eso inventó un espejo,
una fisura hecha de un conjuro extraño mentado verso. Pero aquel remedo era
apenas una llamita triste del verbo
primigenio y con un ardid de la memoria la rodeó de cantos, hizo pájaros de
madera y cuero. Después de haber visto que aquello tenía aliento de vida pero
que le faltaban alas decidió darle vida al reflejo creado. En uno de ellos está
la imagen del cuerpo que vibra, lo acompaña una corte de pájaros, un ángel
caído que mueve caderas y manos para volar. El otro se quedó con los cantos y comiéndose algunos
pájaros de madera y cuero ahora los lleva por dentro y juega a ser dios con eso que ahora le han
llamado poesía.
La palabra funda pueblos, el hombre
es un fundador de palabras. Borges es palabra que rehace, que reinventa. El
supo que ya otros habían fundado su mundo. Entonces hizo espejos para fundar el
nuestro.
He recorrido los caminos de sus
palabras para saber de mi mundo. El de sus
versos que llena de alas a mis recuerdos.
Fundaciones.
Calle Grande y sufrida
eres la única música de que sabe mi vida.
Borges
Una comentario sucinto de Fervor de Buenos Aires[1] a
propósito de la música y los recuerdos diría que el poemario fue escrito con
versos que cautivan imágenes de los lugares y tiempos de una ciudad. Un poema
tras otro ofrece al lector instantes que sólo existen ya en la memoria. El
detalle verbal engendra al universo entero, Buenos Aires respira en cada verso,
se refleja, renace. El poema rehace al arrabal, se cuela entre los cementerios,
hace retratos de figuras desterradas. Yo volví de las tierras antiguas del
naciente/ y recobre sus casas. El verso fijado hace perenne lugares y nombres.
Borges ha vuelto de Europa y redescubre el mundo de su nacimiento, un tributo
para el rincón del mundo donde ha nacido establece un cruce intertextual de sus
primeros libros de poesía. He conmemorado con versos la ciudad que me ciñe/ y
los arrabales que se desgarran.
Si se comentara ligeramente Luna de Enfrente[2]
podría sostenerse que la presencia de la ciudad sureña persiste. Que el poeta
es testigo de un espacio y lo contiene en sus versos. Habría que añadir tal
vez, que rompe el cerco citadino,
que mira
más allá y empieza a fundir a su Buenos Aires con otros espacios.
En Cuaderno San Martín[3] el
poeta ha asumido su trabajo fundacional y emprende su oficio de hacedor de
lugares y nombres. El afán de fijar en la memoria nombres, hombres y lugares
sostiene la labor poética del escritor. El se sabe reflejo y busca la alteridad
que lo haga corpóreo.
Acordes del espejo.
La poesía se impregna de canto y
muerte para saldar su cuentas con la memoria, el misterio de la muerte
reflejado en la tragedia del hombre de la orilla, aquel que está más cerca del
primer hombre.
Son deslindes imaginarios los que
tiene, extremos que se unen en el verso: la alegre canción y el último viaje.
Confluyen en un mismo espacio: el arrabal.
Al espacio físico se le unen otros
dos: el lugar de la muerte y el sitio de
la música. Ellos se insertan en otro discurso, el de la memoria que rescata,
que los hace perenne.
El hombre disuelve sus miedos al
tiempo conjugando en el poema lo que lo
toca desde lejos. Resucita sus temores con el canto y los resuelve con dos imágenes de una misma figura, la vida
que se refleja en la canción y la muerte. Una canción siempre es un ejercicio
de memoria para el cantante, pero también es un exorcismo de la muerte. El
poeta también recuerda al escribir y arroja luz sobre las calles, (Calle que
dolorosamente como una herida te abres) sobre los vestigios de un pueblo que ha
empezado ha vivir solamente en la memoria. Esta ciudad que yo creí mi pasado/
es mi porvenir, mi presente/ En cada
verso se actualiza el aliento vital, no obstante persiste simultaneamente la
duda: Las encrucijadas oscuras/ que lancean cuatro infinitas distancias/ en
arrabales de silencio. Toma pocesión del lugar interno, del lugar del alma la
presencia alterna del sueño: La calle abierta como un sueño.../ la oscuridá es
la sangre /de las cosas heridas. Otra presencia del poeta: la noche. La noche es una fiesta larga y sola Los
duelos, los bailes, la muerte y el sueño del arrabal tienen un momento
privilegiado, el de la oscuridad: en el dormitorio vacio/ la noche cerrará los
espejos. Espacio alterno de la muerte y los sueños, el de la poesía de Borges.
Seguro de mi vida y de mi muerte, miro los ambiciosos y quisiera
entenderlos./Su noche es tregua de la ira en el hierro, pronto en
acometer./Hablan de humanidad./Mi humanidad está en sentir que somos voces de
una misma penuria./Hablan de patria./Mi patria es un latido de guitarra...
El tango es el baile que antecede a
la muerte, el rito de cortejo que también puede ser anterior a la cópula. El
puñal es un falo por donde entra la muerte....y el destino que acecha tácito,
en el cuchillo./ (El fallo de destino más para siempre,/ que dura en mí lo
escuché esa noche en tu noche/ cuando la guitarra bajo la mano del orillero/
dijo lo mismo que las palabras, y ellas decían: La muerte es vida vivida,/ la
vida es muerte que viene;/ la vida no es otra cosa/ que muerte que anda
luciendo.)
Tal vez después hablé de Carriego,
del amor y el juego, dejemos que Borges cierre este intento de acercarse al
mundo terrible del arrabal y del tango pendenciero: Barrio con lucidez de
pesadilla.../te empeñas en jugar con naipes raspados la vida;/ tu alcohol mueve
peleas.../Tu vida pacta con la muerte; toda felicidad, con sólo existir, te es
adversa.
[1]Borges,
Jorge Luis. (1923) Fervor de Buenos
Aires. En: Obras Completas. Argentina: Emecé Editores.
1974.
[2]Borges,
Jorge Luis. (1925) Luna de Enfrente. En:
Obras Completas. Argentina: Emecé
Editores. 1974.
[3]Borges,
Jorge Luis. (1929) Cuaderno San
Martín. En: Obras Completas. Argentina: Emecé Editores. 1974.